Nadie quiere envejecer; para evitarlo los alquimistas trataron de inventar elíxires en la Edad Media y hoy en día se recomiendan dietas naturistas, cremas y medicamentos que supuestamente contrarrestan los estragos del tiempo. No obstante, tarde o temprano, se envejece. Después de los 65 años, ni la memoria, ni la capacidad de aprendizaje son iguales a lo que fueron, si bien el grado de deterioro es diferente de una persona a otra.
La realidad es que el cerebro sufre cambios. En la "tercera edad" empieza la pérdida de neuronas en zonas estratégicas como el hipocampo, que es donde se procesa la memoria. Este problema no es tan grave al principio, pues la flexibilidad del cerebro (plasticidad) permite compensar la pérdida activando otras áreas. Se ha encontrado que realizar ejercicio moderado, por lo menos tres veces por semana, estimula la producción de neuronas en el hipocampo y esto mejora la memoria, la atención y el razonamiento abstracto.
Otro problema es que los receptores de dopamina —una de las sustancias responsables de las sensaciones de placer y recompensa— empiezan a disminuir, lo que en algunos casos puede conducir a la depresión.